lunes, 6 de agosto de 2012

La duplicación del pronombre reflexivo en el español de Chile

El otro día volvía a mi casa en la 45 y una chica iba hablando por teléfono con un tal Diego. Prometía presentarle (“ahora sí que sí”) a una amiga en el próximo carrete, y lo envalentonaba diciéndole:
Oye, pero no te vai’ a corretearte, no te vai’ a corretear, ¿ah?
La chica repetía varias veces la fórmula de la “doble te”: te voy a contarte, etc. Sin embargo, otras veces no lo hacía, y empleaba correctamente dicho pronombre.

Esto me hizo pensar que, en realidad, este uso lingüístico no es tanto el producto de la ignorancia de la regla gramatical que prescribe el uso de un solo pronombre reflexivo, sino más bien de una forma de lidiar con la ejecución problemática del fonema vibrante simple /r/ al final del verbo en infinitivo (corretearte). La “ere” final supone un problema en su pronunciación, y en vez de omitirlo, se prefiere insertar otro sonido, a fin de “domesticar” fonéticamente dicha consonante.

Existen otras formas de tratar con la “ere” final del infinitivo, especialmente la elisión de la consonante. Pienso por ejemplo en el español andaluz, donde se suele omitir en la pronunciación:
/ma'tar/ > /ma'ta/          /co'rrer/ > /co'rre/
O en el francés, donde las elisiones fóneticas están a la orden del día, también se omite la “ere” final (aunque sabemos que la ejecución francesa de esta letra es distinta):
vouler (querer) = /vu'le/
En el portugués, al unir el infinitivo con un pronombre flexivo, la “ere” también se omite, en este caso marcando ortográficamente esta elisión:
lançar (lanzar)                  lança-lo (lanzarlo)
Otra forma de abordar la “ere” final del infinitivo es la del español caribeño, que nos llega de boca del sonado reggaeton, donde esta /r/ se convierte en una líquida /l/:
/can'tar/ > /can'tal/
En fin, estos ejemplos dan cuenta de que la ejecución de la “ere” final (que es la norma general del infinitivo), puede ser un problema para muchos hablantes, pero que ha sido disfrazado o subsanado con distintas fórmulas, ya sea eliminándola directamente de la pronunciación o transformando su valor fonético.

Creo que en el caso como el de la chica que hablaba por teléfono en la 45, la fórmula consiste en añadir otro sonido (el pronombre “te”), de manera que la “ere”, al quedar como un sonido medio (y no final), pueda ser ejecutada con mayor claridad. Los hablantes hacen este uso especial del pronombre reflexivo porque está más a mano en el pozo mental de sonidos del español, pero no necesariamente por la torpeza de ignorar una norma gramatical hegemónica que, de todas maneras, se imparte en la escuela, a veces de manera intencionada a través de la corrección del profesor o profesora, y la mayoría de las veces simplemente a través del habla “natural”.

Es así que considero que se puede decir que, en gran medida, la duplicación del pronombre reflexivo es en realidad una más de las formas creativas que tienen los hablantes de construir y transformar la lengua para hacerla más funcional a efectos de la comunicación. Que a las finales para eso es el lenguaje, para hablarnos acerca del mundo estableciendo un marco de comprensión mutua, y no para rendir culto a reglas arbitrarias de corrección lingüística.