domingo, 22 de noviembre de 2015

Película: Big Eyes (2014)

Ojos grandes es la última película de Tim Burton donde relata la vida de la pintora estadounidense Margaret Keane, creadora de cuadros de niños con ojos grandes y mirada sombría, icónicos en Yanquilandia (me imagino que es como que aquí fuera el cuadro del niño que llora o las toallas de Felipe Camiroaga). Tras abandonar a su marido “cuando aún no estaba de moda”, Margaret hace lo que puede para mantenerse a sí misma y a su hija pintando retratos en la calle. Pronto conoce, se enamora y se casa con Walter Keane, un vendedor nato con cuyo carisma comienza a vender los cuadros de su esposa, con una salvedad bien fea y dolorosa para la pintora: Walter hace pasar los característicos cuadros de “ojos grandes” como suyos.

El filme exuda arte pop por todos lados, pudiendo ser vista como un ensayo crítico acerca de la cultura popular tanto por su contenido más explícito como por el estilo en que está armada. El ensayo comienza de manera bien directa con un epígrafe de Andy Warhol: “Creo que lo que hizo Keane es espectacular. Tiene que ser bueno. Si fuera malo, no le gustaría a tanta gente.” Quién mejor que el adalid del pop art para pinchar con la inacabada pregunta sobre qué es arte, que por fuerza se deslinda con la definición de aquello que no lo es. Además, el hecho mismo de replicar una cita de una celebridad larga un aire a reproducción en masa y filosofía de feria artesanal.

Luego está la paleta de colores típica de Tim Burton en su faceta irónica-colorinche, y que siendo un drama más realista, sabe llevar con mesura. En esta ocasión le baja (un poco) a los colores más cursis pero lo equilibra subiéndole a la saturación. Antes me costaba tragarme este estilo, pero ahora, y teniendo en cuenta de lo que trata esta peli, me cuadra mejor.

Es interesante incluso el hecho de que Tim Burton encabece esta producción. No hay duda de la popularidad de la obra de este director, que con su estilo personal ha dejado huellas reconocibles en el imaginario pop hasta del espectador más ocasional (las más notables: El joven manos de tijera y el Jack Skellington que muchos emos y pokemones portaron en parches y chapas). Sin embargo, y sin desmerecer su talento, en su éxito también hay algo de buen marketing, y esto lo sabe el caballero. Sí po’, de más que lo sabe, ¿cierto? En Ojos grandes, este conflicto se magnifica, porque pone lupa sobre el engaño y el blufeo que están a la vuelta de la esquina. Y no me refiero sólo al inescrupuloso Walter Keane, sino también a la incestuosa escena del arte moderno allí mostrada. el círculo cerrado donde los artistas se refieren sólo entre ellos y los críticos alaban las obras que exponen sus amigos dueños de galerías. El arte que puede llevar tal título depende de las redes y de la colocación del producto. Una cosita poca de declaración personal se podía ver en Ed Wood (1994), pero ahora ya más maduro, Tim Burton desliza aquí una reflexión más directa en torno al criterio de demarcación artística y la mercantilización del arte, aspecto vilipendiado que alcanza a teñir su propia obra.

[Spoilers a continuación]

domingo, 15 de noviembre de 2015

Osorno

Capital del Mundo
Ombligo del Universo
Tierra de las Luengas Sopaipillas
Ciudad de la Módica Juerga
Verdegrís
Sede del Provi
Cuna de los Toros
Patria de Martín Vargas y María Gallardo
País de las Mil y Un Singularidades
Vórtice del Smog
Lunar de Concreto
Pueblo del Ceño Fruncido
Dominio del Milodón y el Gonfoterio
Reyno de la Leche y la Carne
Trono de Luli Love
Chauracahuín
Reunión de las Chauras
Ribera Marrón
Corazón del Fütawillimapu
Fome No More
Osorno City
Osorno's Landing
Osornotown
Osornoshire
Osorno, je t'aime
Osorno, maldito Osorno
Osorno, querido Osorno
Osorno malevo
Osorno que me hiciste mal y sin embargo, te quiero

sábado, 14 de noviembre de 2015

Película: Million dollar arm (2014)

Million Dollar Arm (2014) es un drama deportivo basado en la historia real de Rinku Singh (Suraj Sharma, el de Life of Pi) y Dinesh Patel (Madhur Mittal, el hermano de Slumdog Millionaire), dos chicos de la India más pobre que son reclutados como lanzadores de béisbol por el señor J.B. (Jon Hamm, el de Mad Men), un cazatalentos de las grandes ligas de US of A. En este viaje de choque cultural entre India y EEUU, son acompañados por Amit (Pitobash Tripathy), el traductor de los chicos y fanático del béisbol que alucina con las luces de la metrópolis, y Brenda (Lake Bell), la adorable amiga de J.B. que le pone los pies en la tierra y acoge a los confundidos Rinku y Dinesh.

No es una película memorable. Sin embargo, aparte de la ridiculez del tiro del flamenco y del personaje de Amit cuya caricatura caería en lo indigno de no ser por las escasas intervenciones dramáticas de Tripathy, es cumplidora como la típica película buena onda de superación y blablablá. Podría haber profundizado un poco más en la trastienda del béisbol como deporte espectáculo (algo que conocemos por estos lares en la industria del fútbol) y sus movimientos de capitales y personas a través del globo, o en los entreveros psicológicos de los chicos pobres que abandonan a sus familias, amigos y entornos para triunfar en el mundo exitista de la alta competencia. Pero después caché que es una producción de Disney, además de traducción directa del libro del J.B. real, así que mucho no se puede pedir.

Y eso sería, no sé qué más decir.

¡Ah! A sugerencia de don Fabián, comenzaré a puntuar con jumbitos con un máximo de cinco. Ésta se lleva 3 de 5.

viernes, 13 de noviembre de 2015

Elogio de la onicofagia

Hoy hablaré un poco de uno de mis vicios más odiosos pero a la vez más caros: la onicofagia o, en español llano, comerme las uñas.

Todo comenzó con una amiga que en segundo o tercero básico me enseñó esta mala costumbre. Claro, en vez de enseñarme a aspirar neoprén o a tatuarme con aguja de coser y lápiz pasta, me introdujo al oscuro pero encantador mundo de la onicofagia. Al parecer las grandes amistades sacan lo mejor y lo peor del espíritu humano, sin términos medios.

Junto con la técnica, mi amiga me enseñó además el secreto del aficionado. Secreto que compartiré hoy con usted (sí, usted, estimadx), con el fin de aportar mi granito de arena en la difusión de este mal llamado flagelo que, según diversos estudios etnoepidemiológicos y longitudinales, afecta a muchas personas de todas las edades, géneros, formas y colores.

jueves, 12 de noviembre de 2015

Película: The Taking of Deborah Logan (2014)

La posesión de Deborah Logan es una película piola que, a través de un estilo de falso documental, parte con el registro del deterioro mental de Deborah, una paciente de Alzheimer por parte de Mia, una tesista de medicina. Ella se traslada junto a su camarógrafo y su sonidista a la laberíntica casa (llena de áticos) de la anciana y su hija, víctima también de los coletazos de la terrible enfermedad como cuidadora de su madre. En pocas semanas y tras una sucesión de hechos paranormales, la filmación se transforma en el registro cada vez más errático y abismal de una posesión envuelta en misterio y ocultismo.

A mi parecer, dos cosas mantienen erguido el armatoste: los efectos visuales y la interpretación de Jill Larson como Deborah Logan. El trabajo de maquillaje está bien pulento, realzando la espeluznante actuación de Larson en las dos o tres pieles de la anciana: la lúcida y huraña, la alienada por el Alzheimer y la poseída. Lamentablemente, la única que le sigue de cerca en presencia escénica es Anne Ramsay como Sarah, la hija emocionalmente desgastada, ya que la actuación de la tesista y su equipo es bien fome (personajes que tampoco tienen un perfil interesante que aportar).

Por este gif llegué a la película.
Lo bacán es que esta película puede llegar a asustar de verdad, aspecto crucial del terror pero pocas veces logrado. Al menos a mi hermana le dio miedo, y le creo porque en general el ritmo lleva una buena escalada (o descenso) en el horror. Sin embargo, yo no me asusté porque soy bien machito y tengo las bolas bien puestas... No, mentira, fue porque la vi acompañado. De todas formas, genera un ambiente bastante propicio para el terror como yo no había encontrado hace bastante tiempo, con películas que prometían miedo pero se quedaban en los sobresaltos y el suspenso, lo que tampoco es malo. Creo que, además de sus aciertos técnicos, esto se debe a la asociación (cuestionable, por cierto) entre enfermedad mental y horror, e incluso entre ésta y la vejez, la fobia a la demencia y a la senilidad tan propia de la cultura occidental, que es aprovechada con astucia y oportunismo para disparar miedo y desazón visceral a lo largo del filme.

Si alguien está leyendo esto, le recomiendo que le dé una oportunidad.

Película: In Bruges (2008)

Según parece, esta película no es tan conocida a pesar de sus galardones, lo que es una lástima porque la encontré harto buena, así que la veo cada vez que se lo muestro a alguien; la última víctima, mi madre.


Traducida como Escondidos en Brujas, funciona como un modesto cuento acerca de dos asesinos (Ray y Ken) que son enviados por su jefe (don Harry) a la ciudad de Brujas (Bélgica) para ocultarse tras una operación fallida. Allí deberán esperar de las siguientes instrucciones que pueden llegar en cualquier momento, y que cuando llegan, abren un conmovedor conflicto de trauma, melancolía, amistad y código de honor.

Digo que lo veo como un cuento porque está bien armadita. En lo chico, tenemos diálogos plagados de humor, que incluso se inmiscuyen en los momentos más dramáticos sin desteñirlos. Y por otra parte, en lo general, despliega una historia de bonitos giros argumentales, y dotando al menos a sus personajes principales de una profundidad psicológica de fácil digestión para uno como espectador (lo que también podría ser visto como eslabón débil).

Las actuaciones principales las encontré precisas: Brendan Gleeson como el afable y veterano Ken, Colin Farrell que presta su cargado acento irlandés y su estilo despeinado al infantil y atribulado Ray, y Ralph Fiennes, maestro como él solo y que incluso se da el lujito de tirarse unos diálogos bien chistosos. Los demás hacen lo suyo para aportar al hilo de la historia.

A pesar de las quejas del lolo Ray, Brujas se muestra aquí como una auténtica ciudad de cuentos de hadas, perfecta para morir como señala don Harry, vieja ciudad medieval bien conservada que encanta por sus luces nocturnas, sus callejuelas de piedra y sus edificios históricos al borde de apacibles canales. Es el escenario perfecto para esta historia autocontenida, una burbuja detenida en el tiempo que permite a sus personajes dar libre curso a sus disquisiciones. Al mismo tiempo, sin embargo, también se presenta como una jaula de la que no se puede escapar, un purgatorio de almas perdidas. Y junto con la metáfora, Brujas se presta como hermoso paisaje tanto para el drama como para las escenas de acción, que no son muchas ni tan intensas ni complejas (aunque sí visualmente cuidadosas y bien maquilladas), pero sí son, por fortuna, persecuciones de a pie, que son el tipo que más me gusta ver.

En fin, creo que me gusta casi todo de ella. Lo único que le criticaría sería el final-final que está medio mamón, pero es parte de mi gusto personal por los finales ambiguos. De todos modos, el conjunto está exquisito.

Eso no más voy a contar para no arruinar el visionado, que desde ya recomiendo con un gran pulgar hacia arriba.