martes, 19 de enero de 2016

Libros abominados

Hace tiempo quería declarar mi odio profundo contra algunos libros. Si no me gustaron y los seguí leyendo, ¿cómo llegué a ellos? La respuesta es bien mundana: las lecturas obligatorias del colegio.

Juan Salvador Gaviota, cuyo autor no recuerdo su nombre. Basura corta pero basura al fin. Dentro de todo encontré interesante la idea de combinar texto e imagen, aunque no la salva de mi hoguera personal.

Demian, de Hesse. Me pareció de un tono místico y adoctrinador del cual desconfié. Y me aburrió el personaje tan bacancito del Demian. Sólo guardo un recuerdo positivo de este libro: la imagen de una figura misteriosa en la puerta de Sinclair. Me pareció mágico.

Crimen y castigo, de Dostoievski. Me gustó al comienzo, las miserias de Raskolnikov y el hecho de estar tan cagado que te pones a pensar en matar a otra persona para sobrevivir (justo ahora me recuerda un cuento chino llamado Intoxicantes noches de primavera, humilde joyita que describe un ambiente así, igual de deprimente). Lo que me lateó hasta dejar botado el libro fueron las mil divagaciones de Raskolnikov y la ensalada psicológica en que se entrampa. ¿Acaso no pensó antes que si decidía matar a la anciana debía comprometerse a ocultarlo a toda costa y no dejarse traicionar por el sentimiento de culpa? ¿O es muy psicópata lo que estoy diciendo? Quizá debí darle tiempo a la historia para que se desarrolle, porque la verdad es que ni siquiera llegué a la parte en que lo mandan a Siberia. Imaginé que iba a seguir en la misma onda divagatoria, sólo que en la tundra, lo que seguramente significaba que el protagonista tendría más tiempo aun para dedicarse de manera exclusiva al asunto en la chorrera de páginas que quedaban. Entonces me dije "ya, ni cagando alcanzo" y me dedique a buscar resúmenes para la prueba.

El túnel, de Sábato. Éste sí lo leí entero, pero me daba rabia ir pasando las páginas. Desde el cliché del artista autoflagelante hasta el romance enfermizo digno de La rosa de Guadalupe (aunque, eso sí, con desenlace más realista). Sobre todo me cargó lo que se nos decía era el punto clave y cima de la densidad de esta obra: la metáfora del túnel. ¿De verdad tanto color para una alegoría tan piñufla? Me sentí estafado de principio a fin.

Viendo esta breve lista de libros odiados en el momento de su lectura, veo un punto en común en todos ellos. Son libros que lidian con el problema del sentido y la introspección. Me imagino que estos títulos fueron puestos entre las lecturas obligatorias del colegio con un propósito de formación personal más que sólo recreativo o de interés histórico. Especialmente evidente es Demian, novela que marcó a varias personas que conozco y que la han leído. En cambio, yo creo que estos libros no me gustaron (derechamente los odié) porque yo mismo soy un tipo introspectivo y enrollado. ¿Qué me interesaban a mí los caldos de cabeza de personajes de libros? Ya estaba harto ocupado con mis propios desvaríos. Filo con eso, prefería los libros de tramas y hechos concretos, igual con su dimensión psicológica, pero con conflictos reales y entretes.

Lo otro es que igual soy una persona bastante evasiva, de lo cual pueden dar fe mis más cercanos, y medio "Contreras", Desconfío de todo lo que me digan e incluso de lo que me digo a mí mismo. Siempre me dan ganas de contradecir o matizar las opiniones de los demás, incluso cuando estoy de acuerdo con ellos, de puro mañoso, para puro hacer daño. Me come por dentro el deseo de hacer que sus botes hagan agua. Sin embargo, la mayoría de las veces me contengo para no ser tan pesao y no sonar petulante. Esto hace que esté en constante lucha contra el sentido (o quizá sea precisamente lo contrario, es decir, la búsqueda de un sentido que lo contenga todo de manera perfecta). Y en esta guerra santa, mis gustos literarios van más por la forma, el humor y el absurdo. Tres de mis libros favoritos (al menos al momento de su lectura) son, por ejemplo, El extranjero de Camus, La cantante calva (obra teatral de Ionesco) y El Principito. Este último se caracteriza por su carácter moral, pero a mí me gusta más por lo evocador para la imaginación de las diferentes travesías de este auténtico viajero espacial.

De todos modos, no descarto volver a leer estos libros que odié. Si al final cada libro tiene su lector, y uno puede ser varios lectores a lo largo de su vida. En una de ésas ahora me pillan con el carácter más cambiado y apto para disfrutarlos. Menos el Salvador Gaviota, que por cortito que sea, me tinca que es un bodrio de aquí al fin del mundo.