lunes, 13 de julio de 2015

Película: Ken Park (2002)

La penúltima película que vi y que tengo pendiente comentar es Ken Park, del año 2002. Ésta la vi en un ciclo de cine centrado en la obra de Larry Clark, que en esta instancia funge como co-director (acompañado por un tal Ed Lachman) y co-escritor junto al lúcido y más famosillo Harmony Korine. Fuimos pocos esa vez: tres personas y los tres hombres, lo que deja una sensación extraña dado el tono de la película y el hecho de que la vimos en el segundo piso de una librería, como si fuésemos unos pervertidos con algo que esconder.

(Puede haber su espóiler loco por ahí después del póster)


El filme parte presentándonos justamente a Ken Park, un joven que va en su patineta hasta unas rampas, pone "play" a su cámara, se encañona una pistola en la sien y dispara ahí en medio de todo el mundo. Un mundo loco, loco. Lo que sigue de la película sigue las vidas de cuatro adolescentes y sus problemáticas vidas, en un tema general que gira en torno a los dramas con los adultos. Está Shawn, que se come a la mamá de su polola; Tate, un cabro psicótico que se lleva como las huifas con sus abuelos; Claude y su conflicto con su padrastro; y Peaches, una chica que vive a la sombra del fanático religioso de su padre, en una relación que adquiere tintes necropedofílicos.

Seguramente otras personas tendrían mucho que decir sobre esta película. En realidad es harto paño que cortar. En mi caso, no pude evitar verla en relación con otras dos obras que le anteceden temporalmente. Me refiero a Kids y a Gummo, a las que cuento dentro de mis favoritas, especialmente la última. Mírelas.

¿Por qué esta comparación? Porque se hace evidente la mano de Harmony Korine, aunque por ahí parece que son compinches artísticos de igual a igual con Larry Clark. Se nota a la legua que aquí los compadres dan continuidad a una línea o programa cinematográfico que retrata de manera descarnada infancias y adolescencias yanquis atestadas de sexo, absurdo y violencia. Es todo un estilo crudo y de subcultura adolescente, con pendejos hechos guasca y culiando como conejos.

Esta película en particular parece estar hecha para provocar y asquear al espectador incauto, principalmente porque tiene muchas escenas explícitas de sexo adolescente, incluyendo un cabro que se come a una vieja, una chica que explora el sadomasoquismo y un pendejo que se corre una paja mientras se auto-estrangula escuchando a la Kournikova (?) en la tele. Además son escenas largas, que te muestran todo sin escatimar metraje ni fluidos. Y además-además, estamos hablando del año 2002, que como me lo recordaron los otros espectadores cuando comentamos después del visionado, es hace ya más de diez años y entonces no se podía mostrar una teta sin despertar la psicosis cartuchística. Chúpate esa, Lars von Trier.

Pese a ello, y comparándolo nuevamente con Kids y Gummo (no me pegue, por favor, no puedo evitarlo), Ken Park es más convencional en su estilo. Allí donde Kids se las juega por borrar a los adultos y mostrar un mundo infantil más autónomo, y Gummo apuesta a dejar que sus viñetas pinten un mundo absurdo, Ken Park sigue una historia lineal (salvo por el "in extremis res" del comienzo) y no aporta gran cosa.

Alguien tuvo su final feliz después de todo.
Igual para no ser tan pesa'ito, debo decir que hubo dos historias que más me gustaron: la de Peaches y la de Claude. La historia de Peaches habla por sí misma, y sólo quisiera llamar la atención sobre la relación de Claude con su padrastro, interpretado por un conocido actor secundario: Wade Williams. Creo que es interesante el juego de masculinidades que se da en el padrastro que intenta inculcar su machismo tradicional (cerveza, fútbol, pesas y minas) a la próxima generación en Claude, el cabrito debilucho, flojo, mamón, sensible y de una estética cuidada  que el viejo mira con sospecha homofóbica: pantalones abajo, skate, dormitorio adornado con pósters de punk. El desenlace me apretó un poco el corazón, a contramano del personaje vil que se había ido armando a lo largo de la película.

Para cerrar, yo diría que, aunque está bien hechita y todo, al final no es tan buena ni relevante. Si quiere poner a prueba su tolerancia a la sordidez, creo que es la película correcta, pero si no la ve, no se perderá mucho, salvo la repetición de algunos tópicos como el abuso infantil, la negligencia parental y las dificultades de la comunicación intergeneracional.

*Próximamente: Layer cake.

2 comentarios:

chamico dijo...

estas películas me hacen pensar que fui un adolescente ultra ñoño

cesar andre dijo...

pero ñoño no es malo pueh :)
mi adolescencia fue más bien solitaria y curagüilla :B