Eché un vistazo, quizá inconscientemente esperaba encontrarme con algún ex compañero. Obviamente, la escuela estaba bastante cambiada por dentro, aunque para alguien que estuvo tanto tiempo jugando en su patio, el espacio se sentía igual, lleno de olores, sonidos y el agua. La ampliación y los cambios parecían una mano de pintura esparcida sin cuidado sobre un relieve de madera.
Precisamente con algo así me encontré al poco rato. Al entrar al cubículo de votación y estampar la raya, rompí un poco la papeleta. La mesa era irregular. La miré y vi que tenía escrito una chorrera de frases. Los típicos monos y consignas de amor, de odio, de sexo, de aburrimiento.
Yo estube aquí. Pico. Nirvana. Karen y Alexis S/A P/S.
Una vez la profe de religión, para que dejen de rayar las mesas, nos advirtió que si escribíamos en ellas, todo lo que ahí decía se iba a cumplir. Seguramente ella pensaba que las rayábamos para hacer daño. Quizá veía que nadie escribía cosas como "Dios es amor" o "Jesus es mi copiloto". Quería hacernos creer que lo que estaba escrito, así quedaba. Fijo, inamovible como las Sagradas Escrituras. O tal vez pensaba que la escritura era un don divino y que debía honrarse solo escribiendo lo santo y piadoso y no lo vulgar y mundano.
Como sea, nadie le hizo caso, sino que más tonteras escribían. Los baños eran el espacio de los futboleros y sus plumones. Nosotros, más pequeños, solo teníamos nuestros lápices, con los cuales dibujábamos sobre las mesas e incluso tallábamos hasta hacer tira las puntas.
Así estaba esta mesa, llena de cicatrices. Raspé un poco con el lápiz grafito que me pasaron los vocales de mesa y pude dar cuenta de al menos cuatro capas de pintura (blanco, verde, café y en la superficie, un café más oscuro). Intenté leer algunas frases. Algunas de ellas me impactaron.
Pablo y Daniela S/A. Juan leso. Chancho Pancho.
Todos ellos eran compañeros míos. Pensé en las palabra de la profe de religión y de pronto no me parecía tan descabellado. Tal como decía la profe, ¡lo que estaba escrito se había hecho realidad! El Pablo estaba casado con la Daniela, y tenían una hija. Juan Hernández no tenía ese apodo (le decíamos el Rey, por su pelo corte príncipe). Él se había salido en sexto básico y terminó siendo monrero, y por lo que supe estaba cumpliendo pena en Chin Chin por intentar robar un perro de raza, el cual lo habría inmovilizado a mordiscos. En cuanto a Francisco, se había convertido en un obeso mórbido. Murió apenas a los 23 años por un choque séptico acelerado por su condición, en un caso de posible negligencia médica que estuvo en la portada del Diario Austral hace un par de años.
Por supuesto, el reloj corre sin esperar a nadie, y yo había pasado casi cinco minutos dentro del cubículo. Una voz me despegó de mi tarea.
- Joven, ¿le ayudo a doblar el voto? -escuché a mis espaldas.- ¿Se siente bien?
- Sí, estoy bien. -dije, fingiendo una sonrisa de última hora.
Pero la verdad era que bien no me sentía. Hacía sol con ganas pero yo estaba helado y llegué a mi casa a acostarme. Y es que antes de que me llamara el vocal, había terminado de descifrar un críptico mono que estaba casi borrado. Era una persona atropellada por un tren o un auto, con la cabeza desprendida del cuerpo y las tripas afuera. Una flecha conectaba la cabeza mutilada con una palabra: César.
3 comentarios:
y si haces un dibujo de una vida plena en la mesa de tu casa, contrarrestará los efectos del primero?
juajua me partí de la risa, sobretodo porque pensé que todo era cierto... :I, la grata ingenuidad.
No sucedió en realidad, no?
D:
soy fabian cocq
chamico, quizá en realidad se contrarrestó el destino, ya que en mi casa rayábamos la mesa por abajo.
y fabian cocq, hay algunas partes que son de mentira, por ej. que el caso de Chancho Pancho nunca salió en la portada del Austral, entre otras cosas
Publicar un comentario