jueves, 15 de octubre de 2015

Película: The Martian (2015)

Esta película se llama Misión rescate, y la boca te queda donde mismo.

La cosa va así: una misión tripulada a Marte falla cuando los sorprende una tormenta y deben realizar un despegue de emergencia, dejando atrás a uno de los integrantes, Mark Watney, presumiblemente muerto. Sin embargo, al día siguiente se levanta de entre la arena cual Lázaro y se enfrenta al hecho de que es el único hombre del planeta rojo. Siendo botánico (no contaban su astucia), se dedica a cultivar su propia comida aplicando trucos macgyverescos al estéril suelo marciano, mientras espera el rescate que se planea desde la Tierra entre dificultades técnicas y burocráticas.

Fui a ver esta peli al cine con mi mami, llevando expectativas muy distintas a lo que resultó en realidad. El título prometía mucho, al menos el original "El marciano", pero creo que éste es uno de los raros casos en que a la película le viene mejor el desabrido título puesto por la distribuidora: "Misión rescate".

(puede haber spoiler)

domingo, 4 de octubre de 2015

Entre los próximos súperestrenos...

Envidia. Terror. Sacrificio. Redención.

Cuando una hermandad se triza, cuando se viola un pacto milenario, el caos total se desata
y mundos enteros son empujados al borde del abismo.


De los productores de Caníbales en Quemeumo y Canción de Amor y Romance en el Huerto

Estudio Special K trae a sus pantallas

T R E N G T R E N G    v e r s u s    K A Y K A Y
UNA HISTORIA MÁS ALLÁ DE LA HISTORIA

Pronto en su cine favorito

sábado, 3 de octubre de 2015

Muda animal

Los chicos siempre me advertían que no me vaya por Baquedano, que jamás nunca me vaya por Baquedano, que es peligroso, que siempre andan pendejos choros, perros mala leche y cosas raras. A mí me cargaba la calle principal, llena de autos, de postes y paraderos. Llena de gente, apurada y con cara de pico en el día, borracha y escandalosa en la madrugada.

Los Carrera parecía especialmente prendida esa noche, no sé si sería por la fecha festiva o porque yo volvía agotado a mi guarida después de juntarme con unos amigos. El tiempo estaba bueno, sí, el cielo estaba despejado y la brisa era amable, pero tanta vida en las calles me abrumaba. Era imposible pasar piola (mi especialidad). Desde el otro lado de la calle un grupo de universitarios me saludó y empezó a cantar o a bramar, no era mucha la diferencia. Un poco más allá, una pareja ebria me llamaba a palmadas, probablemente con intenciones lujuriosas. Qué asco. Yo estaba cansado, sólo quería dormir, así que decidí ir en contra de las advertencias de mis amigos y bajé hacia Baquedano.

La soledad ejerce sobre mí un efecto apaciguador. Apenas vi la calle desierta mi pecho se relajó, mi visión se enfocó y mi paso se desaceleró. Tenía Baquedano sólo para mí. Caminaba feliz, respirando la frescura de la noche y parando a momentos para mirar las estrellas. No había perros, no había pájaros ni fantasmas. La Vía Láctea me masajeaba el cuello y la vereda me parecía una esponjosa alfombra que guiaba mis pasos hacia mi hogar.

De pronto, vi que dos tipos torcían en la esquina en dirección mía. No me asusté ni me sobresalté. Es más, viéndolos de lejos venir hacia mí, sentí una comunión con ellos al compartir fugazmente la placidez de la noche. Nos sabíamos camaradas anónimos y pasajeros sin siquiera tener que saludarnos o mirarnos. Éramos como esos astros errantes que cada mil años cruzan sus respectivas sendas sin mirarse, sin tocarse ni querer hacerlo, poco más que paisaje el uno para el otro. O eso pensaba yo.